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DE LO EFÍMERO DE LA VIDA

27 Feb

La vida es algo efímero, algo fugaz, que se nos va de las manos día con día. La muerte la traemos marcada en la frente desde el momento en que nacemos, porque bien entendido, ese es el precio de conocer la existencia, el tener que hacerlo de una manera momentánea, porque el tiempo que vivimos, comparado con la inmensidad del universo, es como un parpadeo, algo que tal como llega se va. Basta simplemente analizar los millones de años que lleva existiendo el universo, los que le faltan en el futuro, y después contrastarlo con el tiempo que dura una vida humana. Así sean de esas contadas personas que llegan por ejemplo a vivir más de cien años, en realidad, a pesar de que esa cantidad de tiempo nos parece sorprendente, es casi nada en términos comparativos con el universo. El Sol viene siendo algo como un pequeñísimo punto de luz hundido en una inmensa oscuridad. Si eso es el Sol, ¿qué es el ser humano?

A pesar de que la muerte es algo a lo que no podemos escapar ¿por qué en ocasiones la categorizamos como un mal? y no sólo eso, sino uno de los peores. Una de las principales enseñanzas que la antigua corriente filosófica del estoicismo nos dejó, es mostrarnos la relevancia de entender la verdadera naturaleza de las cosas, y en base a ello, entender que hay cosas que dependen de nosotros y hay cosas que no. La muerte es un ejemplo clarísimo para ejemplificar lo que no depende de nosotros. Lo anterior no necesita una mayor explicación más que analizar la siguiente cuestión: ¿Ha existido un ser vivo que dure eternamente? No ha existido tal cosa y no existirá jamás, porque una de las reglas esenciales de la naturaleza es que absolutamente todo lo que nace tiene que morir. Una vez tomada como cierta la premisa anterior, sabiendo que sin duda a todos los seres vivos nos espera el momento de despedirnos de este mundo, resulta claro concluir que es algo totalmente vano hacernos la idea de que viviremos eternamente, y como consecuencia, imaginarnos la muerte como el más horrible de los males. La muerte, bien entendida, no es ni un mal ni un bien, es algo natural, incluso, desde el punto de vista de la naturaleza, podría hasta decirse que es algo necesario, y no podemos hacer nada contra ello; todo lo contrario, en vez de combatirlo debemos aceptarlo como lo que es: algo inevitable. Una vez que sinceramente podemos decir que vemos a la muerte como algo totalmente indiferente, podemos decir que estamos avanzando en el camino a la sabiduría. En el momento en que, después de realizar un serio ejercicio de reflexión acerca de la muerte esta no nos cause pánico o terror, o cualquier emoción de cualquier tipo, que podamos tomarla con total indiferencia, sabremos que en ese momento, con esa disposición de ánimo, y aunque parezca paradójico, podemos comenzar a vivir. Es importante que esto sea consecuencia de un serio examen al respecto, ya que es muy fácil para todo mundo decir que la muerte no significa nada, que algún día tendremos que morir, pero lo verdaderamente difícil no es decirlo, sino entender todas las consecuencias de tal afirmación y creerla en el fondo de nuestro corazón.

La importancia de entender la muerte como lo que es, algo en lo que en algún momento nos enfrentaremos invariablemente, y que la vida es algo efímero, aunque durara 1000 años (porque 1000 años también es nada para el tiempo universal), radica en el hecho de que con esa premisa siempre presente, tendremos el estado de ánimo necesario para saber que sólo tendremos una vida y que cada quien es responsable de lo que haga con ella, con ese corto espacio en el tiempo del universo. Es necesario nunca perder de vista la máxima siguiente:

La vida es algo pasajero, algo efímero en el universo, algo que pasa por única vez, irrepetible, por lo que está en nuestras manos decidir cómo vivirla. 

Debemos, en la medida de lo posible, ser dueños de nuestra vida, conducirla por el camino de la virtud y de las cosas bellas (aún en lo abstracto de estos conceptos), porque esta experiencia que tenemos, la de estar vivos, si bien es nada para el conjunto del universo, lo es todo en lo individual, es decir, en nuestra vida se significan todas las cosas que percibimos y de las cuales tenemos experiencia, tanto lo bueno como lo malo, por lo que resulta mejor desde el punto de vista ideal, perseguir el camino de la verdad y de la virtud, porque siguiendo ese sendero es la única manera en que al final de nuestros días podremos decir que nuestra vida tuvo un valor, y no un valor cualquiera, sino un valor positivo, al menos para cada uno de nosotros, y eso es algo para nada despreciable, ya que, como se ha mencionado anteriormente, nuestra vida individual resulta nuestro universo individual, y que mejor universo que uno lleno de virtudes y de cosas bellas. En conclusión,  si a lo largo de nuestras vidas nos ejercitamos en las cosas de mayor valor, las virtudes, nuestra vida tendrá por ende un mayor valor en su conjunto. De esto se desprende que la vida de un ser humano valga más en función de las virtudes en que se ejercita y, como decía Aristóteles, no de manera involuntaria, sino de una manera activa y continua, y para hacer ello sólo contamos con un momento efímero de existencia, por lo que cada segundo es valioso en ese ejercicio.

 
7 comentarios

Publicado por en febrero 27, 2016 en Ensayo

 

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7 Respuestas a “DE LO EFÍMERO DE LA VIDA

  1. Leticia Gu

    febrero 6, 2017 at 11:09 am

    Hermoso!

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    • Gerardo Mendoza

      febrero 7, 2017 at 8:39 pm

      Muchas gracias por leerlo.

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      • Eduardo Castilla Mayorga

        julio 11, 2021 at 9:11 pm

        Gracias por el apunte Gerardo. Muy pertinente reflexión, con valor de uso ante la coyuntura de la partida de un compañero!!

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      • Gerardo Mendoza

        agosto 10, 2021 at 5:59 pm

        Muchas gracias por leer el ensayo y por tus comentarios, Eduardo. Me alegra que te haya parecido interesante y que lo encuentres útil.

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  2. Raquel

    octubre 31, 2019 at 12:21 pm

    Hola, me encantó. Quisiera saber quién es el autor.

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